Había sido una semana cargada, emocionalmente, y de mucha reflexión. De esas semanas en las que necesitas buscar y conectar con personas que uno quiere mucho, para abrazarnos, apoyarnos, estar ahí. Así se dio, y era como si fuéramos distintas páginas, donde se plasmaba el mismo arte pero bajo distintas tonalidades. Las páginas de unos irradiaban más claridad que otros; esos irradiaban la paz que necesitaban los otros.
En medio de ese torbellino, mi semana culmina con la experiencia de Van Gogh y era como si, dentro de allí, pudiera apreciar el arte de vivir, ese que a veces tiene sus sombras, sus caminos oscuros. La vida que a veces nos lleva por caminos poco iluminados, que nos generan sentimientos claroscuros.
Y es ahí donde, sabernos rodeados de quienes amamos y abrazar la amistad como hermandad, en las luces y sombras, cobra un nuevo sentido.
